domingo, 30 de junio de 2013

Capítulo I - Alejandro

“Hace mucho tiempo emergieron del Caos nueve versos o voces. Alrededor de ellos se arremolinó la materia y comenzó el universo. Cada uno de ellos se hizo consciente de sí mismo y de sus semejantes. El primero de los nueve fue el creador de toda la materia por lo que se le llama padre. El segundo no creo nada, se limitó a existir en el vacío, pero al ser de naturaleza opuesta le fue conocido en lo sucesivo como Caos. Los otros 7 versos, en armónica resonancia con los dos primeros compusieron la sinfonía conocida como cosmos.”

Este relato comienza en una escuela cualquiera cerca del campo. Alejandro era un niño de 11 años que estudiaba ahí. Ese día era como cualquier otro, las mismas clases, las mismas personas. Sonó la campana del recreo. Alejandro cerró su libreta para ir a jugar con la pelota. Pero antes fue a saludar a Carolina, su gran amor. Alejandro  era muy hábil con la pelota; a la mitad de su jugada un ruido estrepitoso los interrumpió. Un meteorito gigante surcó el cielo y cayó a varios kilómetros de ahí.

El meteorito fue el primero golpe de un ataque a gran escala sobre la tierra. Las tropas del planeta salieron de los lugares más inesperados. En palabras de Alejandro: “Surgieron de todas partes, es como si hubiera un mundo conectado al nuestro del que nadie sabía (…)”. Los guerreros eran como los describían las leyendas; seres alados de gran belleza y reluctantes armaduras. Pero la guerra es un asunto serio, las ciudades fueron destruidas, una gran parte de la humanidad fue masacrada, otra esclavizada y los menos formaban parte de una precoz resistencia.

Alejandro se convirtió en el líder de la resistencia. No por su agudeza intelectual ni por sus dotes naturales de liderazgo sino por su capacidad para usar magia. Alejandro comenzó a usarla unos días después del primer impacto: “Era a penas un niño pero las imágenes en la televisión eran muy impactantes. Las armas de fuego eran inútiles, incluso se intentó atacar con arsenal nuclear sin resultado. En esos momentos de desesperanza un hombre valiente se decidió enfrentar al invasor, armado sólo de su valor. Ese valor convirtió sus puños en fuego y empezó el contra ataque. Otros hombres le siguieron y descubrieron esa misma magia. Pero el ejército contra el que peleaban era mucho mayor y murieron rápido. Ese día aprendí que yo también tenía esa magia pero tenía que descubrirla”.

La humanidad le debe  mucho a Alejandro. No sólo creo el primer sistema de combate efectivo contra los invasores sino también creo la primera ciudad libre en el mundo. La historia de sus hazañas es suficiente para escribir varios libros pero sólo nos interesa la última página que escribió:

 “Logré recuperar el mundo de las garras de los invasores. Nos tomó cerca de 50 años rearmarnos, agruparnos y contratacar. Mío es el honor de haber librado la última batalla. La paz ha sido nuestro tesoro más grande en los últimos 25 años. Ya estoy viejo pero espero mi vida sea ejemplo a las generaciones venideras.


Desafortunadamente creo que se acerca una nueva guerra. He recibido reportes en el sur acerca de recientes ataques de un nuevo enemigo. Estoy viejo y cansado pero en mis venas corre magia muy poderosa. Espero que no sea nada. De lo contrario espero morir de pie en el campo de batalla”.